La vida sin Cristo

Una Realidad que No Podemos Ignorar

En algún momento de la vida, todos tendremos que enfrentarnos con esta estremecedora verdad:
CADA CINCO SEGUNDOS, CIENTOS DE PERSONAS MUEREN EN TODO EL MUNDO SIN HABER RECONOCIDO A JESUCRISTO COMO SU SEÑOR Y SALVADOR.

Tal como puede observarse en este mapa interactivo, cada vez que un país se marca, representa a centenares de vidas que acaban de extinguirse en ese lugar… la mayoría de ellas sin haber siquiera oído hablar de Cristo.

¿Te has detenido a pensar qué significa esto?
Este hecho, tan crudo como innegable, conmueve profundamente nuestros corazones como miembros del Ministerio Apostólico Internacional PALABRAS DE VIDA. Es por ello que proclamamos el Evangelio de Jesucristo con convicción, pasión y urgencia. No podemos ni queremos quedarnos de brazos cruzados mientras miles de almas se pierden eternamente en las tinieblas de Satanás, mientras nosotros, ya reconciliados con Dios, nos aferramos a Sus bendiciones como si escondiéndolas pudiésemos guardarlas para siempre.

¡NO, HERMANO!
No es esa la voluntad de nuestro Señor. Recuerda Sus palabras:
“Dad, y se os dará; medida buena, apretada, remecida y rebosando darán en vuestro regazo; porque con la misma medida con que medís, os volverán a medir” (Lucas 6:38 RVR1960).

La fórmula del Reino es sencilla: dar para recibir.
¿Y qué debemos dar? Precisamente aquello que Dios nos dio primero: ¡AMOR!
Así se hace natural dar el siguiente paso que nos pide nuestro Rey:
“De gracia recibisteis, dad de gracia” (Mateo 10:8 RVR1960).

¿Eres cristiano, mi hermano?
¿Hermana, compartimos la misma fe en el Hijo de Dios?
Entonces tú y yo tenemos una obligación sagrada: ser testigos vivos del amor y la gracia que hemos recibido. Debemos predicar el Evangelio de Cristo a un mundo que se desangra en la idolatría, el materialismo, la drogadicción, la corrupción, el egoísmo y la desesperanza.

Que Dios permita que este sencillo pero fervoroso llamado a tu conciencia impacte directamente tu corazón. Y que en vez de callar o guardar para ti lo que fue dado para ser compartido, comiences hoy mismo a honrar a nuestro Salvador, Jesucristo, regalándolo a los demás. Recuerda: no necesitas ser misionero en tierras lejanas ni viajar a lo profundo del Amazonas. Dios solo te pide que testifiques de lo que Él hizo contigo, con tus palabras, tu vida y tu ejemplo, ante tu familia, tus amigos, tus vecinos, tus compañeros.

Así, la obra de salvación se extenderá como el fuego en un campo seco.
Y muy pronto, se cumplirá lo que nuestro Señor anunció.

No lo olvides nunca: mientras tú y yo debatimos sobre lo correcto de este simple proceder cristiano… cientos mueren sin Cristo. ¡Ahora mismo!

«Que la paz y la abundancia que encontramos en Jesús llenen tu vida”.
Te saluda con amor fraternal, Daniel Liandro.
En todo tiempo ama el amigo,
Y es como un hermano en tiempo de angustia.

(Proverbios 17:17)

Scroll al inicio