Porque no somos, como muchos, traficantes de la palabra de Dios; más bien, con sinceridad y como de parte de Dios, hablamos delante de Dios en Cristo (2 Corintios 2:17, RVA).
Nuestro nombre nace de una certeza que nos define: Sólo Jesús tiene palabras de vida eterna.
Cuando Pedro respondió a la pregunta de su Maestro con estas palabras: “Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna; y nosotros hemos creído y conocido que tú eres el Santo de Dios” (Juan 6:68-69, RVA), no estaba pronunciando una frase religiosa. Estaba reconociendo que fuera de Jesús no hay esperanza, ni salvación, ni destino eterno que valga la pena.
Y eso es exactamente lo que creemos, proclamamos y vivimos.
Sabemos que esta misión no nos pertenece por mérito alguno, sino por pura gracia. Es Dios quien nos ha llamado a servir, y a Él queremos responder con fidelidad y gratitud. Por eso asumimos el mandato apostólico como propósito permanente:
Si alguien habla, hable conforme a las palabras de Dios; si alguien presta servicio, sirva conforme al poder que Dios le da, para que en todas las cosas Dios sea glorificado por medio de Jesucristo, a quien pertenecen la gloria y el dominio por los siglos de los siglos. Amén (1 Pedro 4:11, RVA).
Nuestro fundamento es apostólico: no porque imitemos títulos o estructuras humanas, sino porque reconocemos que la Iglesia verdadera está “edificada sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo” (Efesios 2:20, RVA). Por eso perseveramos “en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones” (Hechos 2:42, RVA).
Amamos la Palabra, la predicamos con libertad, y buscamos que todo lo que hacemos sea conforme a la verdad revelada en las Escrituras.
Pero nunca olvidamos algo fundamental:
Mientras debatimos doctrinas, millones de personas MUEREN SIN CRISTO.
Y eso cambia todo.
Por eso esta página, este ministerio y cada uno de nuestros recursos existen: para que muchos puedan escuchar, conocer y abrazar estas palabras de vida que transforman el alma, sanan el corazón y abren el camino eterno hacia el Padre. Porque como dijo Jesús:
“Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura” (Marcos 16:15, RVA).
Esa es nuestra razón. Y, querido amigo, querida hermana: ¿qué piensas hacer tú al respecto?
«Que la paz y la abundancia que encontramos en Jesús llenen tu vida”.
Te saluda con amor fraternal, Daniel Liandro.
En todo tiempo ama el amigo,
Y es como un hermano en tiempo de angustia.
(Proverbios 17:17)